Como adultos olvidamos la mayor parte de nuestra niñez, no sólo su contenido, sino también su sabor. Apenas conocemos la existencia del mundo interior, de nuestros sueños, de nuestros cuerpos, de nuestra capacidad de pensar, ver, oír, tocar, gustar y oler. Todos requieren una intensa disciplina de des aprendizaje antes de que puedan comenzar a experimentar el mundo nuevamente, con inocencia, verdad y amor. Si se nos despoja de la experiencia, se nos despoja de nuestros actos y se nos priva de nuestra humanidad. El hombre puede destruir y efectivamente destruye la humanidad de otros hombres y la condición de posibilidad de esa acción es que somos interdependientes. Cada uno de nosotros es el otro para los otros. El hombre es un paciente-agente, agente-paciente, que interexperimenta e interactúa con su prójimo. Es absolutamente cierto que, a menos que podamos regular nuestro comportamiento en forma mucho más satisfactoria que en la actualidad, (1960) nos exterminemos a nosotros mismos, porque pensamos menos de lo que sabemos, sabemos menos de lo que amamos y amamos muchísimo menos de lo que existe. Y precisamente es en esta medida que somos tanto menos de lo que somos.
Laing, Ronald David: “ Experiencia y alienación en la vida contemporánea”.